Es un Maestro del pensamiento de nuestro tiempo y simultáneamente, transmite pensamientos de miles de años. Amante de la mística e incansable investigador, se dirigió hacia el Antiguo Egipto, luego de terminar sus estudios del Seminario de Kabalah Hebraica.
Luego de años de estudio sobre la mística y la espiritualidad de los sabios del Nilo, junto con la inspiración de sus Espíritus Guías, llegó a la esencia de las antiguas palabras sagradas, «Dabraká«, que formaban ciertas oraciones terapéuticas.
Él descubrió el gran secreto de cómo trasmutar las energías a través de combinaciones de letras que funcionan como códigos de activación mental y espiritual. Una vida dedicada a la investigación, le permitió desenvolver su propio sistema de Dabraká, meditación que ayuda al ser humano a superarse en todos los niveles.
También sus libros, que ya son más de treinta publicaciones, son un importante medio de transmisión de sus enseñanzas. Además de brindarnos un maravilloso instrumento de ayuda, se ha dedicado a enseñar este vasto conocimiento, formando discípulos en varios países de América Latina.
Por su capacidad de penetrar el alma humana, se tornó conocido de políticos, empresarios, artistas y escritores, que vienen a él en busca de su profunda mística y sensibilidad.
Vida y obra del Maestro Rolland
Maestro Rolland nació en Montevideo. Sus padres fueron Samuel Berniger y Basia Litman, ambos de origen judío que residían en Francia.
Cuando su madre estaba en el séptimo mes de embarazo, su padre recibió un místico mensaje que le decía que su hijo, debía nacer en una nación cuya bandera tuviera el sol. La tierra elegida fue Uruguay y lo que en ese momento pareció una locura, en realidad fue lo que más adelante le salvó la vida. El nombre que recibió, fue Manuel, pero su padre lo llamaba Rolland. Había combinado la palabra “Ro”, por “Ra” que significa sol en egipcio y “land” de origen alemán que significa tierra, de donde se traduce como “Tierra del Sol”. Cuando tenía un poco más de un año de edad regresaron a Europa.
Su primera formación fue en Francia y luego en Alemania. Comenzó sus primeros estudios de la Biblia y la Torá, recibiendo la influencia de la religiosidad de su madre y asimilando también la gran vocación de su padre que era médico siquiatra, impregnada de mística y humanismo.
Al estallar la segunda guerra mundial, los tiempos se pusieron difíciles y escapando del infierno en que se había transformado Europa, se ampararon en una ley que se había aprobado, por la cual todos los extranjeros con hijos nacidos en Uruguay, podían adquirir la ciudadanía. Fue así que gracias a aquel milagroso mensaje recibido antes de su nacimiento, embarcaron con pasaporte uruguayo del puerto de Burdeos en Francia, pero su padre tomó la decisión de quedarse… eligió morir junto a sus hermanos judíos y fue por su propia voluntad a un campo de concentración. Si bien desembarcaron en Montevideo con todas sus pertenencias, al no tener donde residir, ni nadie conocido que los recibiera, su destino fue Argentina, Entre Ríos, la estancia de una amiga de su madre.
A los catorce años y sin hablar español se dedicó a las tareas del campo junto a la peonada, donde era uno más. Su sueldo era por comida y trabajaba de sol a sol. Poco tiempo después partió para Buenos Aires, con el objetivo de estudiar y crecer.
Cuando estaba en el campo, comenzó a recibir mensajes y ayudó a muchos peones, orientándolos sobre diversas situaciones, razón por la cual ellos lo llamaban el «Turquito vidente». Luego de llegar a la capital, fue al encuentro del Rabi Shimon Bem Levi, a quien entregó una carta escrita por su padre. En la que hablaba de su deseo de formar a su hijo en la Kabalah. El mensaje más importante dejado por su padre era que en el momento de que Rolland fuera iniciado, le dijera que su Ka, su Espíritu Guía, sería una sacerdotisa del Antiguo Egipto, llamada Astenkeph.
El joven quedó sorprendido, ya que todos recibían espíritus de Rabinos kabalistas famosos y él recibió es de una mujer egipcia. Con el tiempo, consiguió integrarse totalmente a ella, la que se convirtió en su principal apoyo, en su gran guía y con amor infinito lo protegió en su camino y engrandeció su vida.
Sus comienzos en Buenos Aires, fueron tiempos muy difíciles. Conoció el hambre y la miseria. Dormía en la estación del subterráneo y limpiaba vidrios a cambio de unos pocos centavos. Estudió, trabajó y fue creciendo en todos los planos, sin embargo su pasión fue siempre la mística y la Kabalah.A los dieciséis años ya lo conocían en Buenos Aires como el “Turquito vidente”.
Entre todas las personas que se acercaban a consultarlo llegó alguien que marcó su camino: Eva Perón. Su encuentro con Eva fue mucho antes de ser Primera Dama. Ella se encontraba muy deprimida y una amiga que conocía a Rolland, le dijo que lo viera, que le preguntara algo sobre su futuro…Al conocerla y tomar su mano, le dijo que tenía una estrella y que iba a ser: “la mujer más importante de la Argentina”. Esto estaba muy lejos de lo que ella quería escuchar y no creyó en él. Al tiempo recordó las palabras de aquel muchacho del bar de la calle Esmeralda y fue por él. Quiso decirle que no se había equivocado. Lo recibió en la residencia de Olivos y en reconocimiento, le ofreció un consultorio sobre la calle Rivadavia, que significó un gran cambio en su vida.
Estudió medicina y sicología, pero a lo largo de todo ese tiempo, la única compañía segura fue la de su Espíritu Guía Astenkeph. Escuchaba sus mensajes y así podía saber la realidad de las personas que consultaban, dejándolas absolutamente sorprendidas y agradecidas. Fue quien le hizo sentir que debía ir a Egipto a encontrarse con su esencia y las raíces de la kabalah.
Así comenzó su búsqueda por las tierras del Nilo. Viajó catorce veces.Pasaba horas en el museo de “El Cairo”, hasta que logró conocer al consejero que terminó siendo su querido Maestro Elías. Un hombre islámico de enorme cultura que le enseñó todo sobre tumbas, papiros, templos, monumentos, pirámides y jeroglíficos. Lo introdujo en los secretos y la mística del antiguo Egipto, lo hizo sentir aquella civilización y vibrar con el alma de los que habitaron allí. Profundizó su investigación en la Dinastía XVIII, la época en que vivió su Ka y quiso saber todo de ella: su cultura, su religión, sus rituales y tradiciones, su forma de vivir. También su forma de comer, su agricultura, su forma de comunicarse, su lenguaje, así como su romanticismo, su forma de amar, su belleza… su medicina, sus terapias, cómo curaban y cómo ayudaban los sacerdotes en sus templos.
Este afán por conocer todo, le dio una luz para comprender Egipto a través de cinco mil años de historia. No se considera un egiptólogo, sino un enamorado de Egipto. Muy lejos quedó después de todo esto, el “Turquito vidente”. Se había convertido en un hombre de profundo conocimiento, un médico, un Maestro, un gran conocedor del Antiguo Egipto, especialmente de este período de la historia: La Dinastía XVIII y había descubierto la esencia de la Kabalah, había llegado a la sabiduría del Ka ba esh o Kabash.
A la edad de cuarenta años, nace en él la necesidad de transmitir todo el conocimiento que había atesorado. Desde entonces el Maestro Rolland, se ha dedicado a ello incansablemente, enseñando a través de cursos, conferencias, publicaciones y audiciones radiales en varios países.
Su actividad se ha concentrado principalmente en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, fundando Escuelas para el estudio y práctica de su enseñanza.
Cosechó grandes discípulos como el Dr Maffei, con quien trabajó dictando conferencias para los médicos del Hospital de “La Santa Casa” en San Pablo, Brasil. También el Dr. Lyra reconocido siquiatra brasileño. Con él colaboró en varias de sus obras acerca de la Kabalah y de cómo llegar al paciente más allá de lo conocido por la ciencia.
Su capacidad de penetrar en el alma humana hizo que fuera consultado por un sin fin de personas, muchas reconocidas: científicos, artistas, religiosos, empresarios, políticos, jefes de estado y tantos otros.
Los libros del Maestro Rolland, de hondo contenido humanista, constituyen un importante medio de propagación de sus enseñanzas, dirigidas a la superación del ser humano en todos sus planos. Su amplia obra literaria cuenta con treinta títulos en idioma español y cuatro en lengua portuguesa.
Fue premiado con la Manzana de Plata y la Manzana de Cristal por la fundación “Arte y Cultura de Buenos Aires” (Manzana de Las Luces 1993), recibiendo el premio máximo Manzana de Oro, otorgado en la Feria del Libro de Buenos Aires en el año 2000. Participó como columnista semanal del Diario uruguayo Últimas Noticias (1992-2002) y en la revista Meditaçao (Editora Tres, San Pablo – 2002)
El Maestro Rolland transmite un pensamiento inspirado en grandes sabios y filósofos, comenzando por Hermes, el Gran Maestro del hombre de todos los tiempos, integrando además la esencia humanista de los Sacerdotes Médicos del Antiguo Egipto, especialmente Ptah Otep (creador de la primera Escuela de Medicina, DXII) y Ka Ptah (DXVII
Su pensamiento se acerca a los principios de Descartes y se identifica con la filosofía de Spinoza y su concepción de Dios presente en cada partícula de la Creación. Gran estudioso de Freud, ha subrayado siempre la mística de sus experiencias dentro del psicoanálisis. Se considera admirador de Cervantes y Goethe, respetando el profundo conocimiento del ser humano que sus obras manifiestan.
Es también gran admirador de Luria, quien plantea por primera vez que la Kabalah no debería ser sólo para los judíos, sino para todos los hombres bien inspirados.
Siguiendo los preceptos de Hermes que enseñan al místico una moral de comprender y ayudar, el Maestro Rolland ha dedicado años de su vida a la ayuda en zonas marginadas tanto en Brasil como en Uruguay. En San Pablo, el Maestro Rolland, junto a sus discípulos, promovió obras de ayuda social, destacando el Proyecto Quijote, que brinda asistencia terapéutica, esparcimiento y alimentación a los niños y adolescentes en situación de calle. En Uruguay ha prestado servicios en instituciones para personas con capacidades diferentes y ha promovido diversas acciones de ayuda social entre sus discípulos.
Es importante mencionar su tarea en el Cotolengo Don Orione, donde conoció a un gran hombre, el Padre Sacarello, quien por su inmensa capacidad de servir, se convirtió también en su Maestro.
Actualmente apoya la Obra con sede en el predio de la Pirámide Nefrú (Ruta 1, Km 32500, San José, Uruguay) Dicha Pirámide fue construida por Rolland y sus discípulos. Hoy es visitada por infinidad de personas que encuentran en ella una importante contribución para su bienestar en todos los planos.
Sus Maestros
Shimon Ben Levy
(judío-kabalista)
Fue su maestro kabalista, quien le enseñó a volar pero siempre en busca de un dios judío, de profetas y grandes escribas talmúdicos, de santos y de justos. Con esos vuelos, descubrió la mística dentro de su alma y la necesidad de amar lo desconocido y tratar de conocerlo.
Sin embargo la fe no la aprendió con este maestro sino con su propio padre, quien también fue un cabalista. No fue un judío religioso.
Elías Nemes
(musulmán)
Egiptólogo, asesor del museo del Cairo, con quien se formó en egiptología. Con él aprendió jeroglífico y a interpretar los papiros. Tuvo el privilegio de poder estudiar en los papiros de Ptah Otep. Además le enseñó sobre las tumbas y los misterios del antiguo Egipto. Pero sobre todo con él aprendió a sentir una civilización, su forma de vivir, de pensar, su religiosidad. Este maestro lo acercó al islám y logró apreciar la belleza y la poesía del Corán. El maestro Elías lo guió para reencontrarse con su alma y con la época en que había vivido en otra encarnación.
Padre Sacarello
(sacerdote)
De él aprendí a servir, trabajando junto a él, en su maravillosa obra de ayudar a niños con grandes problemas de salud, niños con deforminades fìsicas y retardos profundos y lo peor de todo sin familia.
Un sacerdote católico, maravilloso, en quien me inspiré y al que sentí como mi maestro, aunque él nunca se puso en una posición de enseñarme yo así lo sentí porque con él aprendì algo muy importante que es : servir. A ayudar al otro sin esperar nada a cambio. Y lo que significa sentirse bien con uno mismo, no por hacer «algo» por alguien que sufre, sino de «luchar con toda el alma» por el bien de otro que está necesitando una ayuda.